Todo lo que somos nuestras emociones, recuerdos, sueños y pensamientos es el producto de los impulsos eléctricos de nuestras neuronas. Si pudiéramos encenderlas y apagarlas a voluntad, alcanzaríamos un conocimiento más profundo de cómo el cerebro controla nuestro comportamiento. Esto es, exactamente, lo que está logrando Gero Miesenbock investigador de la Universidad de Oxford, mediante una técnica de la que es pionero: la optogenética.
El novedoso procedimiento que, en 2010, fue designado método del año en todos los campos de la ciencia y la ingeniería, por la revista de investigación interdisciplinaria Nature Methods, se llama optogenética. Utiliza la luz como agente inductor, sirviéndose de unas proteínas fotosensibles, llamadas opsinas, y genética, porque consiste en insertar unos determinados genes en las neuronas, para hacer que reaccionen a los estímulos lumínicos.
Desde que, en 2002, en sus experimentos con moscas del vinagre, Miesenböck observó que, un certero golpe de rayo láser sobre un grupo determinado de células neuronales, disparaba la respuesta de huida de los inocentes insectos, sin que tuvieran razón alguna para ello, el científico austriaco ha ido perfeccionando su técnica.
Siguiendo un esquema teórico de dos módulos cerebrales: uno actor, que decide el comportamiento, y otro crítico, que informa de los resultados, ha accedido a éste último y modificando las neuronas que lo conforman, para, a continuación, con un simple pulso de luz, alterar el paradigma de recompensa en el animal y modificar su comportamiento.
Lograr una respuesta tan rápida y selectiva es un objetivo largamente buscado por los biólogos celulares. Conseguirlo mediante un destello, hace de ésta técnica la forma más sencilla e inmediata de activación cerebral. La neurociencia pone así, al alcance de la mano, un interruptor cerebral tan simple como una llave de la luz o el botón de un mando a distancia.
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